lunes, 1 de febrero de 2016

Hoy sale publicada una entrevista en el periódico elNervión  en la que os cuento un poco mi historia y cómo he llegado hasta aquí: la aventura de ser mujer, madre y emprendedora en un sector como el agrario y la satisfacción de poder presentaros un trabajo del que me siento muy orgullosa. Espero que os guste...


Negocio conciliador 

Una joven basauritarra, residente desde hace quince años en Orozko, se dedica a la cría de cerdos. De esta forma, compagina su trabajo en el caserío con el cuidado de su familia

LEIRE LARRAZABAL/BILBAO 

De la urbe al campo. De vivir en Basauri a Orozko. La vida da muchos giros y es lo que le ha ocurrido a Lorea Momeñe, que ha pasado del mundanal ruido a la tranquilidad del entorno natural. A sus 36 años relata cómo ha cambiado su vida. «Hace quince años que me trasladé a vivir a Orozko. He estudiado Turismo, pero mi prioridad era formar una familia y volcarme en ella. Si me ponía a trabajar fuera, veía inviable ver crecer a mis hijas, por lo que me quedé en casa», indica. A través de las ventanas de su domicilio avistaba campas y montes, y su imaginación empezaba a trabajar. ¿Y si monto un negocio aquí mismo? Dicho y hecho. Momeñe creó hace cuatro años una explotación de cerdos. De esta forma tiene su puesto de trabajo y puede cuidar de sus hijas, una conciliación laboral-familiar real. Cuenta todos los meses con su sueldo y «tengo tiempo para acompañar a mis hijas al autobús para que vayan a clase y cuando regresan, les espero». Todo un lujo. Eso sí, ello no quita que Momeñe no trabaje duro y concienzudamente para sacar adelante su negocio, pero tampoco se olvida de toda la gente que le echa un clave. «Mi marido, sobre todo, pero toda la familia, en general, arrima el hombro. La autónoma soy yo, pero sin el apoyo del resto esto sería inviable», cuenta. La joven baserritarra cuida unos 120 cerdos en invierno y en verano el número de puercos se eleva hasta los 150. Los lechones, nacidos en Álava y Navarra, llegan con dos meses hasta Orozko, y al cuidado de Momeñe estarán entre cinco o seis meses, «que es cuando cada animal habrá cogido entre 150 y 160 kilos y estará listo para su sacrificio». 

FUERTES Y JUGUETONES Lorea habla con dulzura y mucho respeto de sus cerdos. «El palo es para sujetarme si me resbalo, no son nada agresivos, y eso que tienen una fuerza descomunal. Se trata de un animal muy juguetón, dócil», explica. Se mueve sin ningún tipo de problema entre los gorrinos, que se le acercan muy curiosos cada vez que se adentra en su zona. Y es que los cerdos de Lorea Momeñe viven a cuerpo de rey y disponen de 6 hectáreas entre campa y monte para disfrutar a sus anchas. Para resguardarse del agua y del frío, cuentan con chabolas de madera móviles, y cuando se hartan del cobijo, pueden pasear y pastar. «Las tolvas de la comida siempre están llenas con pienso no transgénico, pero al cerdo le gusta mucho comer hierba, unas puntitas de zarza, bellotas...», señala la ganadera. En definitiva, unos cerdos alimentados de forma natural y criados en libertad. Momeñe pertenece a la Asociación Txerrizaleok, que reúne a los ganaderos que crían cerdos al aire libre en los montes vascos. Una vez que las reses terminan en el matadero, la carne se la vende a la comercial Basatxerri, aunque también Momeñe, desde hace un año, se dedica a la elaboración de chorizos, y no le va nada mal. Sin ir más lejos, en la feria de San Antontxu de Mungia, celebrada el pasado 18 de enero, obtuvo el primer premio del Campeonato de Chorizo de Euskadi, gracias a sus Urigoitiko Txorizoak. Tiene clientela que va a su casa a comprar los chorizos, y también compradores que le buscan en las ferias. «Es un honor», reconoce. 
UN MES SIN ANIMALES En ocasiones, el trabajo del baserritarra no entiende ni de horarios ni de asueto, si bien Mome- ñe no se queja. Aprovecha el mes de vacío sanitario, el tiempo que su granja está sin animales, para disfrutar de unas merecidas vacaciones, que suelen estar intercaladas con las reparaciones necesarias. «El cerdo tiene mucha fuerza física y para alcanzar a hierbas que están más alejadas, por ejemplo, fuerzan la alambrada, Son esos pequeños arreglos los que realizo en ese periodo», detalla. Con sus pros y contras, Momeñe se siente feliz, en líneas generales, con el puesto de trabajo que ha conseguido. Y sus hijas, de 6 y 9 años, están orgullosísimas de su ama y no pierden ocasión para traer a sus amiguitos a degustar los riquísimos chorizos que se elabora en casa. Porque para paladear un buen chorizo no hay época mala. Da lo mismo verano que invierno. En el cocido, frito o crudo es un manjar delicioso. Urigoitiko Txorizoak triunfan y Lorea Momeñe invita a degustarlos. On egin!! 



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